Cuando piensas en entornos urbanos y contaminación, ¿tomas en cuenta el impacto negativo del ruido?
Para la mayoría de la gente -incluidos aquellos que planifican las ciudades- la idea de contaminación urbana evoca imágenes de humo expulsado por los caños de escape de los autos, esmog, aguas estancadas o sucias, basura y montañas de plástico.
Pero la ciencia ha demostrado que es hora de considerar la contaminación acústica como una amenaza subestimada vinculada a problemas de salud como trastornos del sueño, enfermedades vasculares, desempeño laboral y escolar pobre, e incluso pérdida de la audición.
“Un día, el hombre tendrá que luchar contra el ruido tan ferozmente como contra el cólera y las plagas”, señaló el médico Robert Koch, quien recibió el premio Nobel en 1910 por su trabajo pionero en tuberculosis.
¿Pero cómo se lucha contra el ruido?
¿Puede la arquitectura echarnos una mano? Algunos profesionales de este campo creen que sí.
“La arquitectura auditiva tiene que ver con cómo escuchamos a los edificios, el sonido dentro de los edificios, y cómo reaccionamos a ellos”, dice Trevor Cox, ingeniero acústico de la Universidad de Salford, en Manchester, Reino Unido.
Esta especialización de la arquitectura se centra en el efecto que los edificios pueden tener sobre la gente y su salud.
El uso de tecnología de sonido de avanzada y nuevos tipos de materiales de construcción podrían ayudarnos no solo a construir mejores ciudades nuevas, sino también a reparar las antiguas.
Los edificios existentes pueden modernizarse con fachadas vibratorias, por ejemplo, que pueden potencialmente cancelar el sonido explotando la “física de la interferencia”, produciendo un sonido a la frecuencia y banda de onda correcta, que contrarresta las ondas de sonido de los ruidos molestos.
“En el futuro, puede que podamos vivir cerca de un aeropuerto, pero apenas te acercas unos metros al edificio, el sonido del aeropuerto desaparece por que este cancela activamente el ruido”, dice el artista de sonido Michael Fowler.
“Espacios ejemplares”
Fowler es miembro del grupo de comunicación auditiva de la Universidad Técnica de Berlín, en Alemania, y tiene una forma única de entender la arquitectura auditiva.
Se inspira en los espacios abiertos que tienen características sónicas únicas, como los jardines japoneses que tienen cascadas secas de piedra que suenan como cascadas reales, por la forma en que están posicionados -fuera de la vista- los dispositivos de agua.
Él estudia lo que llama paisajes sonoros “ejemplares” para entender qué los hace especiales, ya sea sus formas geométricas o el posicionamiento de los materiales en una habitación.
A partir de estos intenta crear un algoritmo o una rutina computacional -una suerte de arquetipo auditivo digital- que los arquitectos puedan usar cuando diseñen sus edificios u otros espacios públicos.
“Usando esto, puedes crear este tipo de espacio ejemplar”, dice Fowler. “Pueden existir en medios muy diferentes, pero su estructura actual, la relación entre el sonido y el espacio, serán común entre todos ellos”.
Un estudio llevado a cabo por la OMS señala que la contaminación auditiva es un problema creciente en el mundo, y que cientos de millones de personas viven en áreas donde los niveles de presión acústica están por encima de lo recomendado.
Según el estudio, la ciudad de Cantón (en la foto de arriba), en China, es una de las más contaminadas en este sentido en el mundo, mientras que Zurich, en Suiza, es la que menos.
Las peores ciudades en el mundo en cuanto a la contaminación auditiva incluyen a Delhi, Bombay y Pekín -seguidas por Cantón- en Asia, El Cairo en África, Estambul, Barcelona y París en Europa, y Ciudad de México y Buenos Aires en América Latina.
Pero, en los lugares donde no es posible librarse del ruido, ¿por qué no aprovecharlo? Se podría, por ejemplo, transformar al ruido del tráfico en una experiencia musical.
Esto fue exactamente lo que hizo Jordan Lacey, investigadora de la Universidad RMIT en Melbourne, Australia, en 2016: creó una instalación donde transformó el ruido.
Usó micrófonos para capturar el ruido del tráfico cercano a un parque, lo mezcló con sonidos musicales, y los reprodujo en el área del parque a través de parlantes.
Hizo que la gente que vivía cerca quisiera sentarse en los balcones, en vez de encerrarse dentro de la casa.
Otra idea conceptual, diseñada por la arquitecta Karen Van Lengen y sus colegas de la Universidad de Virgina, en EE.UU., es una ventana que actúa como “plató sónico” y que puede colocarse en diferentes posiciones para capturar los sonidos circundantes.
Los residentes de las casas pueden luego mezclar estos sonidos a través de un sistema de audio para crear composiciones musicales en las que el ladrido de un perro o el grito de un niño se transforman en parte del sonido ambiente.
Descanso
Entonces, vemos que el sonido puede transformarse y pasar de ser molesto a placentero. ¿Pero podemos escaparnos de él?
Los arquitectos que están diseñando las ciudades del futuro tienen más conciencia de la necesidad de silencio y ruidos naturales en los paisajes sonoros de las ciudades (los ambientes acústicos como los perciben los humanos).
“Está muy bien quejarse sobre el ruido de la ciudad y decir que esta tiene que ser más como la naturaleza, ¿pero qué pasa con la gente que no tiene acceso a estas cosas?”, dice Lacey.
Él cree que es importante tener “instalaciones arquitectónicas auditivas”, dentro de las ciudades para crear una red de “rupturas sónicas”, lugares donde la tecnología y el paisajismo transformen los ruidos urbanos en silencio, para que uno pueda tomarse un descanso.
“Podemos diseñar estos entornos sonoros para dar a las personas no la experiencia de la naturaleza -porque no es la naturaleza- sino una especie de equivalente urbana. Piensa en cuán grandes serán algunas de estas ciudades dentro de 50 años”.
“Escucha” al edificio
Gracias a los sistemas de realidad virtual, los arquitectos están empezando a escuchar cómo pueden llegar a sonar los espacios que diseñan.
El proceso se llama, en inglés, “auralization”, un procedimiento diseñado para modelar y simular la experiencia acústica de estar en un determinado espacio.
Esto puede usarse para evitar que el sonido se transfiera entre espacios y para tomar decisiones como, por ejemplo, dónde colocar materiales para absorber, difuminar o rebotar el sonido.
“Los arquitectos pueden escuchar cómo sonarán sus diseños y, donde sea necesario, adaptarlos para mejor la respuesta acústica”, dice Naomi Tansey, consultora acústica de la firma de ingeniería Arup.
El procedimiento también permite crear espacios únicos, como el auditorio central de la sala de conciertos Elbphilharmonie en Hamburgo, Alemania.
Esta inmensa sala tiene una “piel” diseñada por un algoritmo hecha de 10.000 paneles acústicos de fibra de yeso, que ayudan a crear una reverberación equilibrada
Pero puede pasar todavía mucho tiempo hasta que nuestras casas, oficinas y ciudades sean tan agradables al oído como lo son a la vista.
“Hay muy poco en el lenguaje de la burocracia o de las políticas que diga que necesitamos diseñar en función del sonido”, dice Lacey.
Fowler coincide: “si tuviésemos más conocimiento sobre el sonido, cómo está vinculado al espacio, y cómo cambiar su comportamiento, construiríamos de una forma muy diferente”.